miércoles, 10 de diciembre de 2008

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METAMORFOSIS

Indice
Introducción.
Capítulo 1. “Los híbridos de insecto-humano”

1.1 ¿Qué es hibridación?
1.2 La metamorfosis según Franz Kafka
1.3 Los híbridos de insecto en la antigüedad y hoy en día.
1.3.1 Deidades híbridas de insecto-humano en las culturas antiguas
1.3.2 Época Contemporánea. Cine de horror.

Capítulo 2: “Libros Alternativos”

2.1. Antecedentes
2.2. Características y definición
2.2. 1. Pre-libro.
2.2.2. Libro de artista.
2.2.3. Libro híbrido.
2.2.4. Libro ilustrado.
2.2.5. Libro transitable.
2.2.6. Libro-objeto.

Capítulo 3: “Desarrollo de la propuesta”

3.1 Desarrollo
3.2 Bitácora
3.3 Realización

Conclusiones generales.
Índice de imágenes.

Bibliografía

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BENTLY, Peter. The Dictionary of World Myth. Facts on file. Singapur, 1995. 240 pp.

GRAHAM, Lanier. Godesses in art. Artabras. Primera Edición. Nueva York, 1997. 144 p.p.

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MELIC, Antonio. De Madre Araña a Demonio Escorpión: Arácnidos en la Mitología. Revista Ibérica de Aracnología, boletín 5, 2002. p 112- 124

MELIC, Antonio. Los Artrópodos en la historia de la humanidad. Boletín S.E.A. No. 18, 1997. p 79- 80

MELIC, Antonio. Los artrópodos en los jeroglíficos del antiguo Egipto. Revista “Los Artrópodos y el hombre” No° 18. Sociedad Entomológica Aragonesa. 1997. p. 61- 63

MORET, Pierre. Los insectos en la Literatura Moderna. Revista “Los Artrópodos y el hombre” No° 20. Sociedad Entomológica Aragonesa. 1997, p 443- 450

MORET, Pierre. Los insectos en la mitología y literatura de la antigua Grecia. Revista “Los Artrópodos y el hombre” No° 20. Sociedad Entomológica Aragonesa. 1997, 331- 335 p

MUÑOZ Muñoz, Francisco. Blasco Gil, Rosa M. Simbolismo y Bestiarios In cauda venenum: El mito del Escorpión. Revista “Los artrópodos y el hombre” No° 18. Sociedad Entomológica Aragonesa. 1996, p 43- 45.

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SPRANZ, Bodo. Los dioses en los códices mexicanos del grupo Borgia. Fondo de Cultura Económica. México, 1973. 517 pp.



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1.3.1 DEIDADES HÍBRIDAS DE INSECTO-HUMANO EN LAS CULTURAS ANTIGUAS.

Las principales culturas y civilizaciones de los cinco continentes han tenido la presencia de insectos y arácnidos a lo largo de los últimos diez mil años, especialmente desde una perspectiva mitológica y simbólica. Los orígenes del simbolismo animalístico se relacionan estrechamente con el totemismo y la zoolatría.
El mito como manifestación cultural es la idealización de la energía del cosmos, de todo aquello que no logramos comprender fácilmente, las cuales se vierten en las manifestaciones culturales humanas; como manifestación religiosa, a su vez, se entiende por mito un relato sobre la divinidad o los seres divinos en cuya realidad cree el pueblo, siendo considerada la fe, no como un factor psicológico sino como un factor histórico. Como manifestación colectiva no hay mito si no hay revelación de un misterio, desvelamiento de algún acontecimiento primordial que fundó, bien una estructura de lo real, un comportamiento humano.
El mito se define por “un sistema dinámico de símbolos, de arquetipos y de esquemas, en dinamismo, que bajo la impulsión de de un esquema, tiende a componerse como relato. El mito es ya un esbozo de racionalización, puesto que utiliza el hilo del discurso, en el que los símbolos se resuelven en palabras y los arquetipos en ideas”[1]

“Insectos” y “Cultura” son dos palabras que resultan muy dispares en contenido y contexto. Por una parte, “insecto” es la expresión de lo natural, de lo vivo, son simplemente la mayor colección de formas vivientes de este planeta desde hace millones de años; “cultura” es el resultado de un proceso acumulativo básicamente intelectual, es un conjunto de modos de vida, conocimientos y desarrollo, que se creó a partir de la aparición del hombre en la tierra. En realidad la cultura se alimenta de todo lo que es o ha sido en algún momento percibido e interiorizado por la especie humana, y por tanto de todo aquello que le rodea, para transformarlo en algo nuevo, subjetivo, domesticado, alterado por el conjunto de sentimientos, preferencias y temores del observador. La cultura no explica lo natural, es más bien cómo el hombre percibe lo natural, que es muy diferente.

Creación, Muerte y Sabiduría constituyen las piezas esenciales de cualquier mitología y , así mismo, la mejor expresión de los interrogantes fundamentales de la humanidad desde sus orígenes.

De cualquier manera, la cultura ha digerido a los insectos y arácnidos, creando imágenes nuevas, originales, extrañas, pero rara vez exenta de prejuicios y es sorprendente que estas imágenes distorsionadas no son aleatorias sino repeticiones casi perfectas entre ellas que terminan por crear símbolos universales y arquetipos. Es mucha la coincidencia entre idas que fueron expresadas en civilizaciones alejadas por el tiempo y el espacio; entre sociedades que se supone no tuvieron contacto alguno.
Las primeras experiencias de acercamiento entre hombre e insecto son las del primero como hospedador de parásitos molestos, como piojos y pulgas, sobre todo cuando tendió al sedentarismo viviendo en cuevas de forma estable, desarrollando así una capacidad especial: la aversión a ciertos organismos potencialmente peligrosos, especialmente a los escorpiones y las arañas. De hecho, estos dos junto con la mariposa, son los artrópodos más frecuentes y ricos en simbología en culturas antiguas como la egipcia, mesopotámica y prehispánica, dando lugar a las mitologías. Probablemente los elementos fundadores de estas mitologías fueron similares a las de aquellas que nunca superaron el primer estadio y aunque evolucionaron, no perdieron todavía el contacto con sus raíces. El siguiente paso dio origen a una humanización – y masculinización- de las divinidades, y con ella, al paulatino deterioro del papel privilegiado de los animales en la creencia religiosa.
Aún así, en la mayor parte de las civilizaciones antiguas han convertido a la araña en el símbolo de la diosa creadora, y después, en madre de los dioses, lo que implica un sutil deterioro de su importancia intrínseca.

Una de las razones por las que la araña es uno de los artrópodos más utilizados se debe a que es un animal capaz de elaborar construcciones de gran complejidad en forma de telas orbiculares de aspecto geométrico, por una parte se encuentra la belleza de sus telarañas, obras que pueden ser contempladas por horas en medio de la naturaleza; pero por otra, es una fuente de temores y problemas debido a sus mordeduras en las que aguarda el peligro y la muerte.
La construcción de las telas, la forma en que algunas especies se deslizan por los hilos, y la estructura geométrica de esas construcciones relacionan a la araña con el hilado y con el destino, o la convierten en medio de comunicación entre el hombre y el universo o los dioses. La araña debe ser mujer; por un lado, es Madre y sólo las mujeres tienen la capacidad de parir. Por otro, la araña es hilandera, actividad tradicional exclusiva de las mujeres. En muchos sentidos, la araña es la esencia de lo femenino, incluido el lado oscuro del sexo, por lo que tiene de irresistible y de debilidad para el varón teóricamente dominante; placer y peligro al mismo tiempo. Peligro, porque la araña es una experta cazadora, un ser capaz de diseñar trampas invisibles y engañosas; es la personificación de la astucia, de la sabiduría ancestral aplicada a la obtención del placer… y es venenosa, un aliado frente a las plagas y sabandijas, pero también un doloroso enemigo, capaz de producir la muerte.
“Surgen como por encanto símbolos perfectos del orden del cosmos en forma de perfectas telas geométricas. Sólo pueden ser un símbolo divino. Y las construye un pequeño y misterioso animal con una sustancia que extrae de su interior, creando el orden dentro del caos a partir de si mismo.[2]
La historia natural de la araña es digna de figurar en la más alta categoría simbólica. Difícilmente otro animal, planta o fenómeno natural puede reunir tal cantidad de elementos míticos y psicológicos, así como temores y deseos. A lo largo de un periodo que abarca cinco mil años, la araña ha sido vinculada a importantes divinidades en las que residen poderes creadores como destructores.
Un ejemplo de ello, son las diosas Innana o Ishtar y Neith, de Mesopotamia y Egipto, respectivamente. Ambas representaban a la araña, siendo Madres de los dioses y divinidades destructoras.
Con excepción en la cultura prehispánica, la araña era atribuida a Tezcatlipoca, uno de los principales dioses mexicas, quien utilizaba las facultades de la araña cuando descendía del cielo repentinamente[3]

Junto con la araña, el escorpión es un elemento simbólico muy común en la mayor parte de la creencia de las civilizaciones antiguas. Dos aspectos esenciales justifican la intensidad de esta presencia. En primer lugar, la peligrosidad para la especie humana a consecuencia de la toxicidad de su veneno y de los hábitos de caza de la mayor parte de las especies, lo que facilita la producción de graves accidentes; en segundo lugar, las marcadas preferencias de la mayoría de estas especies por estepas y desiertos, convierten al animal en un símbolo de lugares inhóspitos, poco favorables para el desarrollo de la vida humana. Ambos aspectos han convertido al escorpión en una poderosa fuerza maligna, que con frecuencia han adoptado la forma de demonio o divinidad malvada directamente enfrentada con los intereses de la especie humana. Así, es posible encontrar ritos y creencias en las que el escorpión es considerado un animal benéfico o aliado que adopta formas protectoras frente a las calamidades naturales y, especialmente, ante las plagas de insectos fitófagos, jugando un papel dual, mucho más rico y complejo que el actual.

A continuación se realiza un análisis de las divinidades híbridas de insecto-humano que poseen cualidades duales, siendo en todos los casos representaciones femeninas como Itzpapálotl, Selket, Neith e Ishtar, retomadas de las culturas Prehispánica, Egipcia y Mesopotámica.

CULTURA PREHISPÁNICA.

La cultura Prehispánica consideró a los insectos y artrópodos como encarnación terrestre de las fuerzas superiores, y eran así mismo mensajeros de los hechiceros, por lo que Moctezuma los envió a través de los encantadores para detener la llegada de los españoles.
Algunos cronistas del siglo XVI como Diego Durán, afirman que en México toda la naturaleza se consideraba sagrada; las montañas, las nubes, los animales, las plantas, todo; incluso los elementos y los astros eran tratados con respeto y, en ocasiones adorados como verdaderas divinidades. El hombre formaba parte de la fauna y la flora del mundo, más no era su dueño.
En la gran variedad de representaciones prehispánicas de animales provenientes de las distintas culturas de Mesoamérica se encuentran perros, coyotes, monos y serpientes que, además de la gran belleza de su manufactura, poseen un valor simbólico enraizado en la compleja cosmovisión indígena.
En cuanto la representación de insectos, existen esculturas de chapulines y pulgas, y en los códices se encuentran imágenes de arañas, alacranes, ciempiés, hormigas y otros insectos que quizá en la actualidad no provoquen más que asco o miedo, pero que en aquel entonces tenían otro valor. Eran elementos mágicos o religiosos, metáforas de enfermedades, alimentos, medicina o ingredientes de recetas rituales. En las ideologías religiosas de los pueblos prehispánicos, las divinidades femeninas no simbolizaban la fecundidad humana y la fertilidad vegetal, sino que eran madres de los astros, de los dioses celestiales, no de los hombres, y de hecho, los insectos se relacionan con varias divinidades, como la araña asociada a Mictlantecuhtli, el Señor de los muertos del Mictlán, y la mariposa con Itzpapálotl, quienes aprovechaban las facultades de los bichos.


Itzpapálotl

Diosa más estrechamente ligada con la mariposa y significa “mariposa de obsidiana”; es una diosa de las tribus chichimecas. Es la compañera del dios chichimeca Mixcóatl y es la diosa de Tamoanchan[4]
Itzpapálotl es la señora del decimosexto de los días cozcacuauhtli[5] y regente del decimoquinto periodo de entre los veinte de trece días del tonalpohualli, que empieza en el día ce calli[6]. Esta diosa, como regente de éste periodo, es una deidad de la tierra, y se le llama también Tonan Tlaltecuhtli[7]

Hay representaciones de ésta deidad en los Códices Borgia, Borbónico, Telleriano-Remenis, Vaticano-Ríos y otros. Itzpapálotl se identifica por un cuchillo de obsidiana que forma parte de su atavío y por un yelmo en forma de mariposa. A veces posee plumas de águila y garras en lugar de pies. En la taxonomía moderna, la mariposa negra como la obsidiana, es una especie nocturna, conocida científicamente como la “Rotschildia Orizaba”, de la familia Saturniidae, conocida popularmente como la mariposa “cuatro espejos”. Para los pueblos prehispánicos el color negro de sus alas simbolizaba la noche, y tenían también el poder de convertir a la gente y a las cosas en invisibles e invencibles; era el color que simultáneamente protegía del mal y representaba a los espíritus malignos. Itzpapálotl, un aspecto de la Diosa Madre y por lo tanto de la tierra y la fecundidad, tenía sus advocaciones positivas y negativas. Era la patrona de las “chihuehueteo”[8], las mujeres que por morir en el primer parto se convertían en guerreras y ayudaban también a cargar el Sol en su trascurso por el Cielo. Además Itzpapálotl estaba relacionada con las “tzitzimime”[9] que podían convertirse en mujeres malignas que tentaban a los hombres y los llevaban a la muerte. Así, el cuchillo de obsidiana de ésta diosa mariposa era un arma de doble filo.

Por otro lado, existe una escultura de una mariposa que lleva cuchillos en las alas y que tiene manos humanas en la que carga varios corazones grandes, que seguramente representa a Itzpapálotl. Aquí la diosa mariposa está desmembrada y tal vez tenga alguna relación simbólica con Coyolxauhqui.
La mariposa era también un motivo frecuente en los sellos que se usaban para imprimir distintos diseños en vasijas de barro; y otro aspecto interesante era su valor calendárico, pues se trataba del séptimo de los insectos voladores con los Señores del Día, en el Tonamatl, libro del calendario religioso, el “Tonalpohualli”


CULTURA MESOPOTÁMICA

Mesopotamia fue habitada hace 35 mil años, desarrollando durante parte del Paleolítico y Mesolítico diversas culturas de las que quedan muy pocos vestigios. Aproximadamente hacia el 3,500 a.c. puede datarse el comienzo de la auténtica Historia de la Humanidad a partir del desarrollo de la escritura, la ciencia y el urbanismo.[10]
La entomología cultural de la época sumeria es de carácter fundamentalmente aracnológico; los dos artrópodos más importantes en su mitología son el escorpión y la araña. El escorpión fue una de las primeras constelaciones reconocidas en el firmamento por los astrónomos de Babilonia entre el IV y el II milenio a. C. Por el terror que inspira el veneno de su aguijón por su extraña forma, ha exaltado la imaginación de los pueblos de Oriente y del Mediterráneo desde tiempos antiguos.
Hace 4,000 años, astrónomos de Babilonia observaron que las órbitas del sol, la luna y los cinco planetas entonces conocidos describían trayectorias celestes de 16° de arco. Estas órbitas fueron denominadas posteriormente por los griegos como “zodiaco” y las estrellas contenidas en él se agruparon en 12 constelaciones, cada una de las cuales fue honrada con su propio nombre y símbolo.
En otoño, el Sol se movía más rápido en el cielo, y el equinoccio de esta estación era simbolizada por Escorpión, que “apretaba al sol con sus tenazas”[11]


A pesar de ésta identificación, los escorpiones son considerados elementos malignos y con frecuencia éste arácnido recibió el trato de “demonio”. Además de ser animales agresivos y un peligro directo por sus hábitos de caza por contacto, probablemente fueron considerados animales malignos asociados a lugares secos, solitarios e inhóspitos, simbolizando la sequía y el desierto. Así, por ejemplo, el pueblo “qutu”[12] eran conocidos como ´los escorpiones de las montañas´. Los escorpiones parecen jugar un papel amenazante hacia los potenciales invasores, y por tanto, serían símbolo protector hacia los nativos. Una muestra de éstas ideas es el personaje Pazuzu, un importante demonio mesopotámico y una criatura de cabeza deformada, con alas de águila, dientes y garras de león y cola de escorpión. Se trata de la personificación de la tormenta que causa desastres y por supuesto, es un habitante de los desiertos. Sin embargo es el protector de las plagas y de otras fuerzas del mal. Es evidente que los sumerios y asirios temían a los escorpiones, pero al mismo tiempo, percibían el servicio ecológico que brindaban en su lucha contra las plagas. Por tanto, los escorpiones jugaron un papel dual, complejo, mucho más rico en simbología que el actual; eran seres poderosos, malignos, pero que podían resultar beneficiosos en ciertas circunstancias, como en las sociedades agrícolas.
La ambivalencia del escorpión se ve ratificada en los mitos sumerios más antiguos, en los que se relaciona directamente con la diosa Innana o Ishtar, una divinidad creadora, madre de los dioses.
Por otra parte, la presencia de la araña en esta cultura, resulta más oscura e indirecta que la del escorpión. La información obtenida procede de fuentes escritas y apenas cuenta con iconografía. Por algún motivo, la araña no suele disponer de representaciones gráficas, o son muy escasas, a pesar de jugar un destacado papel en los sistemas mitológicos. Este fenómeno se repite, misteriosamente en otras culturas.
Los ritos religiosos sumerios, estaban muy relacionados con la muerte, incluyendo sacrificios humanos, pero también con el sexo y posteriormente a la fertilidad, incluso muchos de sus textos alcanzan un grado de sensualidad explícita. Es habitual que creación y fertilidad formen una pareja que no se puede disolver. A su vez, existe una relación recíproca entre fertilidad, por una parte, sexo y agua, por otra. La fertilidad animal depende del sexo como mecanismo de reproducción; la vegetal es función del agua, especialmente en culturas agrícolas primitivas.
La araña crea un universo geométrico, ordenado, a partir de sí misma, extrayendo hebras de su propio cuerpo y formando estructuras de gran perfección.

Inanna / Ishtar

Es preciso señalar que el número de divinidades entre estos pueblos no tiene nada qué envidiar en densidad y mestizaje a la cultura egipcia, la cual probablemente importó algunos elementos y que con frecuencia el nombre de éstas diosas fue cambiando, aunque manteniendo en esencia sus poderes y facultades.
Inanna fue conocida como Ishtar entre los acadios y Astargatis por los asirios.
Dichas diosas son un arquetipo que se repite en muchas otras culturas posteriores relacionadas con la diosa madre o la diosa de la fertilidad; esta parece una tradición que parte desde el Neolítico y que se extendió por casi todo el Mediterráneo.
En los orígenes esta diosa es representada inicialmente como una figura de pechos enormes, grandes caderas y abdomen, siendo exponente de carnalidad femenina, maternidad, o ambas al mismo tiempo.
Inanna, es la gran diosa del amor, hija del dios Anu.
El agua es un elemento estrechamente vinculado a Inanna, como fuente de vida, asociándose con los escorpiones y la fertilidad.[13]
Además del escorpión y el pez, la araña está estrechamente relacionada con Inanna; la araña crea un universo geométrico, ordenado a partir de si misma, extrayendo hebras de seda de su propio cuerpo y formando estructuras sorprendentes. El pez representa el agua, el elemento esencial para la obtención de la cosecha. Inanna / Ishtar es además de Gran Madre y diosa de la fertilidad, tejedora del destino en el que quedan entrelazados los hombres. Existen otros elementos que caracterizan a la araña y que difícilmente pueden pasar desapercibidos como: su capacidad para inyectar veneno a través de la mordedura y su habilidad para capturar presas gracias al uso de telas como trampas.
La asociación de la araña con la diosa se ve reafirmada precisamente por estas capacidades del artrópodo; incluso un poema sumerio dice respecto a Inanna: “Cual temible león con tu veneno aniquilaste a los hostiles y a los desobedientes”[14]
Fue, además, una diosa de la guerra, refiriéndose a ella en algunas ocasiones como “La Dama de las Batallas”[15] y fue identificada con el planeta Venus.

CULTURA EGIPCIA

La civilización egipcia se prolongó durante más de 3 mil años, desde el periodo predinástico tardío hasta el Grecorromano. La mitología e iconografía del Egipto Faraónico son unas de las más ricas y variadas del mundo antiguo. Los egipcios llenaron sus hogares, templos y tumbas de obras artísticas de todo tipo: pinturas, esculturas, ornamentos, utensilios, joyas, amuletos; pero éstos no deben ser considerados como simples objetos o elementos decorativos, al contrario, se trata de un fenómeno totalmente religioso o al menos mágico, a través de los cuales se representaban sus creencias e ideas sobre la naturaleza del cosmos y éstas llegaban a confundirse de tal modo que en ocasiones era preciso alterar los símbolos para evitar su picadura o mordedura[16].
Los egipcios utilizaron ampliamente a los insectos en su iconografía y mitología; el más famoso de todos los símbolos entomológicos del antiguo Egipto es, sin duda, el escarabajo. Este era una imagen de la “autocreación” debido a que los egipcios pensaban que el escarabajo nacía por sí mismo de una bola de estiércol.
El escarabajo fue comparado con el dios Atum[17], y más tarde, debido a lo característico de sus costumbres, al dios sol Ra, pues se consideraba que el bicho, después de crear una forma perfecta del caos, la empujaba como Ra empuja la esfera solar a través del cielo todos los días. Las protuberancias de la cabeza del escarabajo, similares a los rayos solares, ayudaban a reforzar la relación. “”Khepri”, nombre del escarabajo como dios primordial, estaba también relacionado con el símbolo de la resurrección según El Libro de los Muertos, donde el “escarabeo” se depositaba en la tumba del difunto como símbolo de la nueva vida.

Así como al escarabajo y a otros artrópodos, el escorpión también fue utilizado en la iconografía del Egipto antiguo.
Como todos los animales peligrosos, el escorpión recibió en Egipto una veneración divina. Representaba junto a la serpiente una encarnación de las potencias del caos amenazando el orden del mundo. Sin embargo, si se llegaban a dominar, resultaban beneficiosos. Tal vez por ello se llevaban pequeños amuletos en el periodo Arcaico, posiblemente como protección. El escorpión era ya previamente conocido como signo zodiacal. Inicialmente fue asociado a un rey, denominado Rey Escorpión, aunque posteriormente sus poderes fueron asociados a la diosa Selket.

Selket

Diosa protectora de nacimientos y de los cadáveres momificados durante el entierro, era una de las deidades que protegían a la diosa Isis de su hermano Seth mientras amamantaba a su hijo Horus.
El escorpión da su forma a uno de los más antiguos hieroglifos y su nombre a uno de los soberanos predinásticos de Egipto, El Rey Escorpión, comentado anteriormente; quien a veces aparecía sobre la cabeza de Isis y en el remate de algunos cetros de los faraones. Fue honrado como dios en forma de mujer, en la diosa Selket, “persona benévola”, ya que daba poder sobre sus manifestaciones terrenas a los hechiceros de Selqet, vieja corporación de brujos curanderos.






[1] Monzón Muñoz, Francisco e.t.al. Simbolismo y bestiarios. Sociedad Entomológica Aragonesa, España. 1996. p 43
[2] Melic, Antonio. De Madre Araña a Demonio Escorpión: Arácnidos en la mitología. Revista Ibérica de Aracnología, Sociedad Entomológica Aragonesa, España, 2002. p 123
[3] Heyden, Doris e.t.al. Los insectos en el arte prehispánico. Revista Artes de México. Novartis, México. 81 pp.
[4] Lugar de origen de estas tribus que se suponía al Occidente. La representación jeroglífica de Tamoanchan es un árbol quebrado sangrando del lugar de partida y se encuentra la mayoría de las veces en los cuadros que acompañan a Itzpapálotl.
[5] Días protegidos por el buitre, significa vida larga, conocimiento y equilibrio mental.
[6] Significa: Uno Casa, y es uno de los días en que las Cihuehueteo bajaban a la tierra comandadas por la “mariposa de obsidiana”
[7] Spranz, Bodo. Los dioses en los códices mexicanos del grupo Borgia. Fondo de Cultura Económica. México, 1973. 517 pp.
[8] Cihuatl “mujer”, femenino, pipittin de pilli, “noble”, “señor” (o señora en éste caso) mujeres nobles o señoras. Nombre que daban a las mujeres que morían en el primer parto.
[9] Plural de tzitzimitl “flecha o dardo que pica, que penetra”. Algunos cronistas como Sahagún traducen tzitzimitl por diablo, demonio, habitante del aire; otros lo consideran en general como monstruos y, por último como fieras que bajaban del cielo para comerse a los hombres en el fin del mundo. En el Códice Zumárraga se dice que las tzitzimime habitaban uno de los cielos más altos y que son mujeres desgarradas, esqueletos, que bajan a la tierra para causar males.
[10] Melic, Antonio. De Madre Araña a Demonio Escorpión: Arácnidos en la mitología. Revista Ibérica de Aracnología. Sociedad Entomológica Aragonesa. España, 2000. p 112-124
[11] Monzón Muñoz, Francisco. In Cauda Venenum, el mito del Escorpión.
[12] Bárbaros del norte de los que apenas se tienen noticias.
[13] Probablemente todos los elementos en conjunto pretenden enfrentar los símbolos de vida y muerte como un todo.
[14] Melic, Antonio. De Madre Araña a Demonio Escorpión. Arácnidos en la mitología. Revista Ibérica de Aracnología. Sociedad Entomológica Aragonesa España, 2000. p 112-124.
[15] Bently, Peter. The Dictionary of World Myth. Facts on file. Singapore, 1995. p 105.
[16] Es el caso del escorpión sin cola o la serpiente con un puñal clavado en su espalda.
[17] Dios creador egipcio.


lunes, 6 de octubre de 2008

Protocolo

“LIBRO HÍBRIDO EN TORNO A LOS HÍBRIDOS DE INSECTO-HUMANO”

Mildred Berenice Andeola Nevárez


Justificación

El presente proyecto nace de una investigación anterior en torno a la figura del insecto y su importancia en el arte de México; su papel en la cultura Prehispánica fue fundamental para establecer jerarquías dentro de la sociedad y debido a su carácter mágico fueron elegidos como nahuales de algunos de los principales dioses de la cultura mexica. Sin embargo, en la Época Colonial, se ve en el insecto un ingrediente para elaborar productos medicinales y es aquí cuando empiezan las excomuniones a los insectos desagradables y molestos. Se descubrió también la importancia de la cochinilla como colorante para la industria textil. Las representaciones de insectos en ésta época se reducen a unos cuantos dibujos, esculturas o motivos decorativos.
El papel del insecto después de la independencia fue como referencia de comportamiento para los personajes políticos y se le recupera como compañero de desgracias de los poetas y escritores, ya que éstos se sienten en México como un “insecto”. Luego, tras la Revolución, la canción que identifica inmediatamente a nuestro país narra las desaventuras de un insecto que no puede, sin mariguana, caminar y también se empieza a incorporar a nuestro lenguaje como forma de comparación con las personas, como las “cinturas de avispa” o “tal o cual es tan trabajadora como una abeja o una hormiga”, “esa mujer es una araña”, etc.
Sin embargo en la actualidad, el referirse a un insecto es sinónimo de repugnante, rastrero, vil, insignificante, horrible, peligroso, monstruo, etc. El comportamiento de nuestra sociedad ante el tema de los insectos está cada vez más alejada de los orígenes místicos y religiosos que lo caracterizaron en la antigüedad.

Esta es una de las razones por la que empecé a involucrarme más con los insectos, mi interés en la forma en la que son vistos hoy en día, el por qué se les teme y por qué son considerados como símbolo de mal.

Los híbridos de humano-insecto y arácnido jugaron un papel fundamental en el desarrollo de culturas antiguas como la Prehispánica, Egipcia y Mesopotámica, cuyos dioses fueron provistos de las cualidades simbólicas de éstos animales para dar origen a sus creencias religiosas.
Con el paso del tiempo éstas características se fueron perdiendo debido a la influencia de la cultura occidental y además el uso de materiales radiactivos hizo que muchas especies sufrieran mutaciones a partir de la Segunda Guerra Mundial y una de las que más resintió los efectos de estos cambios fueron los insectos y arácnidos, con lo cual se incrementó el número de personas con fobia e hizo que poco a poco el significado místico de los insectos se fuera devaluando a tal grado de representar una amenaza para la humanidad.

Cabe destacar que las representaciones de híbridos de insecto-humano de ésta época personifican el mal y no son más que monstruos asquerosos y sanguinarios.

Una vez teniendo referencias del insecto en el arte y en la sociedad, , la mayor parte de mi obra gráfica y pictórica gira en torno a híbridos, es decir, un organismo vivo procedente de la fusión de dos o más especies, de las cuales conserva ciertas actitudes y capacidades que dan origen a un nuevo ser, y teniendo la influencia de los grabados de Julio Ruelas, esculturas y representaciones de las diosas Ishtar y Neith me di cuenta de las diferentes versiones que existen de los híbridos insecto-humano en el arte y sobre todo, que las que más me interesan tienen que ver con la figura femenina fusionada con la de un insecto o arácnido.
Por un parte están las diosas madre y creadoras del universo representadas por una araña y un escorpión, y por otra parte existe la encarnación de la “mujer fatal” representada por los mismos artrópodos. Ambas visiones en torno a los híbridos son de mi total interés, ya que de alguna manera conservan ciertas cualidades simbólicas, sin embargo el enfoque corresponde a una situación ambivalente. Otra de las influencias que tengo es “La metamorfosis” de Franz Kafka, partiendo de interpretaciones y metáforas que surgen de la idea de que el autor pretende reivindicar al insecto a través de la metamorfosis que sufre una persona y así elevarse a un plano superior, dejando atrás los prejuicios y actitudes que caracterizan al humano[1].

Mi planteamiento no es tanto de reivindicar al insecto y verlo de una manera más positiva, ya que las experiencias entomológicas de cada uno de nosotros se canalizan de diferente manera y tal vez para muchas personas sea más importante el hecho de que los insectos y arácnidos son peligrosos y malos, pero lo que no se puede negar ni arrancar de tajo es el significado simbólico que han tenido, puesto que incluso hoy en día se le sigue dando su lugar al insecto “bonito” y “útil” así como al “desagradable” y “misterioso” y el decir que son buenos o malos, depende más que nada del enfoque que cada uno les quiera dar, ya que incluso algunas divinidades híbridas de insecto-humano eran duales, es decir que poseían características destructivas como las propias de dioses de la creación.

Mi interés por ésta investigación se debe a que en algún momento de mi vida los insectos y arácnidos me causaron temor, sin embargo he canalizado esa fobia dándole un seguimiento creativo, profundizando en la investigación de éstos animales a lo largo de la historia de la humanidad, y ahora puedo decir que gracias a ese miedo he podido desarrollar una propuesta plástica que culmine en la apropiación de los híbridos insecto-humano como principal preocupación para realizar un libro objeto, pues considero que es una buena oportunidad para crear mi propio híbrido, tomando en cuenta ciertas características de los insectos y artrópodos, ya que sus estructuras poseen una enorme riqueza visual.

El marco histórico en el que se desarrollará esta investigación comprenderá a las culturas antiguas antes mencionadas y la Época contemporánea, pues uno de los objetivos es demostrar la manera en la que poco a poco los híbridos insecto-humano han sido devaluados hasta llegar a nuestro días.
Dentro del tema de metamorfosis, retomaré artistas plásticos que hayan trabajado con esta fusión y el contexto en el que vivieron, las diferentes visiones que tenían de los híbridos insecto-humano dependiendo de las circunstancias en las que se encontraban. Dichos artistas serán El Bosco, J.J. Grandville, Alfred Kubin y Julio Ruelas, puesto que sus visiones son muy simbólicas pero con diferentes enfoques, pues van desde representaciones de demonios y monstruos hasta personajes pintorescos que sirven de comparación con los hombres.